La navidad ya esta cerca y no hay que olvidar nunca los sentimientos que nos provocaba (y provoca aún) a algunos de nosotros. Porque no solo se trata de los regalos en si, sino de estar juntos y de que la festividad nos permita sacar ese niño interior que llevamos dentro.
Y es que piénsenlo un poco: ahora que hemos crecido, algunas personas simplemente no disfrutan la navidad como cuando niños. Ahora recibes un regalo, una consola de videojuegos por ejemplo, y no pasa de la sonrisa de oreja a oreja y ya ¿Por qué? porque ya estamos grandes, ya no nos podemos emocionar tanto como niños chiquitos. Simplemente no esta permitido por la sociedad.
No digo que todos sean así: todavía existimos aquellos que nos emocionamos con un regalo, con la consola nueva (y que hasta en casos extremos saltamos de alegría... literalmente) o que vemos el trailer del juego que nos va a llegar y nos saca lágrimas de emoción (eso también me pasa a veces cuando me encariño mucho con una franquicia). Pero por desgracia se a olvidado y dejado de lado eso de explotar nuestros sentimientos de la época. Ahora los que son padres, enseñan a sus hijos a no emocionarse tanto o a no expresar tanto sus sentimientos.
Los hacen crecer muy rápido.
Recuerdo la época navideña de mi infancia. Veía de niño los comerciales del NES y me emocionaba. Recuerdo que trate de portarme lo mejor que pude en esas épocas (lo cual era, no molestar al perro de la vecina recuerdo) y llegado el día de navidad, pedí al buen Santa que me trajera mi NES, que era lo único que pedía. Y así fue: La mañana de navidad yo estaba muy emocionado, el ambiente olía... pues a lo que huele la navidad, era especial. Bajando al primer piso, debajo del árbol navideño, vi la caja ¿Podría ser? y ¡Sí! me emocione mucho, saltaba brincaba, desperté a mi papá para que me conectara el NES, y puedo imaginar la satisfacción o alegría que a mis progenitores les causaba verme tan felíz.
Quitamos el viejo Atari 2600 y conectamos el NES y fui muy felíz. Un par de años más tarde, cuando el SNES salía a la venta en México, lo pedía. Ya era un par de años más tarde, pero aún creía que de alguna manera Santa nos podría ver y que sabía lo bueno y malo que hacíamos. Traté de portarme lo mejor que pude, ayudaba en la casa (con lo que podía) e incluso mi papá me comentaba que Santa también se fijaba en las calificaciones de uno ¡Qué exigente es Santa!
Y pasó casi lo mismo que cuando obtuve mi NES, el mismo olor, la caja, la emoción. Así pasaron los años y ya con el N64 a la venta y yo sabiendo la amarga verdad de la navidad y Santa (incluyendo los Reyes Magos) decidí igual portarme bien y hacer todo lo que me pedían. Un buen día, ya tenía mi N64 y casi lloraba de la emoción. Con las demás consolas que he tenido, me ha pasado que las obtengo normalmente en época navideña y nunca he perdido la emoción y el sentimiento que cuando chico, me acompañaba al momento de abrir mi regalo de navidad.
La moraleja (o algo así) es: Nunca dejen de demostrar cuando sienten alegría por algo o en este caso algún regalo que les den en navidad y si son padres, no le quiten a sus hijos la oportunidad de soñar en esta navidad. El sentir la magia (que es como yo le llamo) es algo que sus hijos por siempre les agradecerán.